El
Método Feldenkrais pone en práctica algunos ingredientes especiales, como la curiosidad, el asombro, el placer, la seguridad y la
confianza; estos ingredientes, que acompañaron nuestra infancia
mientras duró; son los que ayudan a
provocar cambios en circuitos neuronales que despiertan opciones olvidadas.
Los
movimientos son lentos, la construcción de movimientos simples y,
diferenciadas de acuerdo a las complicadas y complejas estructuras
funcionales que tienen relación con todas las actividades humanas,
tales como reír, hablar, alcanzar, rodar, caminar, vestirse, bailar,
etc. El cerebro reconoce y utiliza rápidamente los movimientos
funcionales y son la base de todo aprendizaje humano, desde la
infancia.
Esos
son los medios que utiliza el MF para lograr que cada uno investigue
en sí mismo, sin juicios de valor, sólo observándose,
reconociéndose, ubicándose en el espacio, concientizándose de sí
mismo, aceptándose en la diferencia, en el ser único que es cada
uno.
De
esa base, parte este método, reencontrando conexiones,
reorganizando, reubicando, mejorando las opciones en tanto
funcionalidad, despertando lo que los hábitos de movimientos han ido
dejando en un segundo plano.
Una
sensación de calma y de bienestar, un estado de relajada alerta, de
apertura de los sentidos, un cambio de humor que se traduce en un
sentirse bien consigo mismo; los movimientos lentos activan los
sentidos, se experimenta una plenitud de conciencia que hace del oir,
del ver, del gustar y del mover, nuevas formas de sentir el placer de ser
la persona que se es, única, irrepetible e inigualable.
Todo
eso es posible de lograr con el Método Fledenkrais; probablemente esas sensaciones se logren también con otras técnicas
de ejercicios, pero el MF es el único que lo hará desde las
posibilidades y las características de cada persona, en donde no hay
un objetivo que lograr que no sea el aprendizaje de mí mismo, en mí
mismo y desde mi mismo.